Alava, cuna del castellano
SATURNINO RUIZ DE LOIZAGA.
En el valle de Valdegovía, que comparten Álava y Burgos, se halla la aldea de Valpuesta. Hace mil años se comenzó allí a escribir un Cartulario que hoy es centro de atención de los estudiosos del idioma. Se ofrece en sus páginas la partida de nacimiento del castellano y la de un buen número de los cuarenta pueblos que forman una de las comarcas más típicas de los Valles Alaveses, pueblos que tienen como escenario la majestuosa Sierra de Aracena.
En las actas de ese Códice aparecen por primera vez palabras en romance castellano y algunos nombres geográficos de esa zona que todavía perviven. Valpuesta con su monasterio y su antigua diócesis episcopal aglutinó la repoblación de la comarca desde finales del Siglo VIII hasta el Siglo XII.
La tesis de que en este enclave se dieron las primeras voces escritas en castellano se ha abierto camino en el mundo de la investigación y de la comunicación gracias a contundentes estudios lingüísticos sobre el contenido de su Cartulario. Es decir, es preciso destacar los aspectos del idioma que se comenzó a hablar en el occidente de Álava y se ha extendido -como lengua castellana- por todo el mundo.
Valdegovía, cuya denominación geográfica hace alusión a la Peña Govia, aparece por primera vez en la historia de este Cartulario. Es inútil buscarlo antes del siglo IX. Nace cuando Alfonso II elige al obispo Juan como jefe de la repoblación de esa zona al norte del Ebro. Su nombre surge poco después del de Castilla, cuando ésta se amplió desde Villarcayo, Espinosa de los Monteros (Sotoscueva) y Mena al oeste de Álava y tuvo como centro Valpuesta. Al iniciarse la acción reconquistadora, llegaron a poblar ese valle elementos cántabros, vascones, visigodos y germánicos, sobre la base de la población preexistente -descendientes de autrigones e hispanorromanos- pues estos valles habían quedado casi despoblados con motivo de las incursiones árabes.
Una pléyade de monjes y de todos estos pueblos mencionados llegaron a ese valle de la cuenca del Omecillo-Ebro en la época de la repoblación y se establecieron en ella, dedicándose a reconstruir viejas iglesias que habían sido destruidas por los árabes y a cultivar tierras abandonadas.
En el Cartulario de Valpuesta, que registró al paso del tiempo actas contractuales de donaciones y compraventas para determinar las propiedades, han quedado estampadas las primeras palabras en romance castellano entre los textos latinos de sus escrituras y documentos.
Se ha estado considerando a las "Glosas Emilianenses" como el "primer vagido de la lengua castellana". Recientemente muchos expertos coinciden en señalar que no son de finales del siglo X como se creía, sino de la segunda mitad del siglo XI. Sin embargo, las escrituras más antiguas del Becerro Gótico de la iglesia de Valpuesta se remontan al siglo IX. En ellas aparecen ya algunas voces en romance que, de no surgir en algún otro códice contemporáneo o de actas anteriores, vienen a ser las primeras existentes de una lengua que hoy hablamos 400 millones de personas en el mundo.
En la zona en que surgió el castellano, al norte de Burgos, sur de Cantabria y oeste de Álava, y en viejos monasterios de la época de la repoblación, como Oña, Santoña, Valpuesta, Liébana y San Millán de la Cogolla algo más al sur, se escribieron a mano unos cartularios, entre los que el valpostano parece que tiene el honor de ser el más antiguo.
Este manuscrito, que se guarda en el Archivo Histórico Nacional consta de 113 folios de pergamino con un total de 204 escrituras, entre ellas aquella que se refiere a la fundación del monasterio, fechada el 21 de diciembre de 804. Como ejemplo de esas primeras manifestaciones en castellano dentro de un contexto latino tenemos un acta de 939 de ese Becerro Gótico que se refiere a la entrega de una viña a cambio de "un potro castano et una piele"; en otra de 944 se dice "casa" en vez de "domus", "capo" (cabeza) por "caput" y "matera" (madera) por "lignum"; en una que data de 950 se escribe "iermano" en lugar de "frater". Ya un gran maestro de filólogos, Ramón Menéndez Pidal dedicó muchas páginas de sus obras, fundamentalmente en los "Orígenes del Español", al proceso de formación del castellano primitivo y se refirió como fuente del mismo al códice valpostano.
El académico Rafael Lapesa (recientemente fallecido), tenía la intención de insertar citas relativas a dicho códice en su próxima edición de la "Historia de la Lengua Española", por "considerarlo imprescindible". La novena edición de su obra de 1981 ha sido una vez más reimpresa en 1997.
Este códice no sólo es rico en vocablos romances y en ofrecer testimonios de su evolución, como por ejemplo "arroyo, cambio, concilio, duenno, don, eglesia, fuero, maestro…", sino también en presentar la variada toponimia de la zona. Desde sus primeras páginas aparecen las localidades de Foz de Busto (hoy Yugadera), Mioma, Peña Rubia, Pinedo, Zambrana, Vallejo, Buezo, Cancelana, Savanaria (Savanera), Villaseca (junto a Tuesta), Losa… y hace referencias a los ríos Flumecillo (Omecillo) y Horone (Oroncillo).
En un acta de 913 se llama a Gonzalo Téllez de Lantarón conde de Castilla. Es la primera vez que las escrituras valpostanas se refieren a ese nombre como un significado amplio de la voz "Castella". El condado de Lantarón, al que pertenecían las tierras de Valdegovía, fue primer bastión de la resistencia frente a los musulmanes en la parte oriental del reino astur-leonés con la presencia de los pobladores que se asentaron al amparo de los monasterios.
En torno a Valpuesta (con una treintena de monasterios) se pobló el valle, una cultura multisecular encontró su asiento y estos pueblos nacieron a la historia. El castellano dio sus primeros balbuceos en esta cuna alavesa y se extendió a toda la península y -en muy pocos siglos- a todo el mundo conocido.
En el año 1977 España celebró el milenario de su lengua. ¿Por qué? En el códice que contiene las famosas Glosas Emilianenses existe una nota marginal bastante amplia, en parte destinada a traducir un fragmento de un texto latino, pero que en parte añade una frase autónoma, la primera frase conservada en una variedad española, la riojano-aragonesa. JOAQUIN LUIS FRANCO FERNÁNDEZ 8/05/2007
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